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LEYENDA DE NAMO BUDA


Hace muchos muchos años, vivía en este mundo un rey llamado el Gran Auriga (Shighta Chenpo), que gobernaba un pequeño reino de unos cinco mil habitantes. Debido a su gran sabiduría, toda la población disfrutaba y era feliz. Las lluvias llegaban en el momento adecuado y los cultivos y el ganado prosperaban. El rey tenía tres hijos. El hijo mayor se llamaba Gran Sonido (Dra Chenpo), el hijo mediano se llamaba Gran Deidad (Lha Chenpo) y el hijo más joven era Gran Ser (Semchen Chenpo). Los dos hermanos mayores tenían habilidades con las artes marciales y ayudaban al rey en el gobierno de su reino. Desde los primeros años, el hijo menor, el Gran Ser, fue muy inteligente con muchas actitudes bondadosas y compasivas.

NAMO BUDA
Introducción
Leyenda de
Namo Buda

 

Un día de buen tiempo, el rey junto con la reina, sus hijos y los ministros dejaron la población y fueron al campo para relajarse. El rey y la reina iban montados en elefante, mientras que sus hijos, los ministros y el séquito iban montados en bellos caballos. Después de medio día, llegaron a una zona forestal llena de flores donde los pájaros ofrecían bellas melodías. El rey se encontraba encantado con el paisaje y ordenó crear en ese lugar un campamento para que todos pudieran disfrutar de los alrededores. Inmediatamente los sirvientes se pusieron manos a la obra, montaron las tiendas de campaña y colocaron unas piedras adecuadamente para poder cocinar.

Pronto el terreno se cubrió de tiendas de campaña y los sirvientes prepararon comida que repartieron a todos, junto con té y otras bebidas. Los jóvenes comenzaron a cantar, bailar y transformaron el campamento en un lugar realmente agradable. El rey, la reina y los ministros observaban del espectáculo mientras disfrutaban de un menú de dieciocho platos acompañados de vino y sake.

Esa misma tarde los tres jóvenes príncipes cogieron sus arcos y flechas y se dirigieron al bosque. Mientras caminaban vieron una cueva dentro del denso bosque. Como todos los jóvenes sintieron curiosidad, se adentraron dentro de la cueva y vieron a una tigresa dormida junto a sus cachorros recién nacidos. Los príncipes Gran Sonido y Gran Deidad colocaron sus flechas sobres sus arcos preparándose para matar a la tigresa, pero el príncipe Gran Ser les detuvo y les dijo que matar a la tigresa sería un completo error. Cuando miró de nuevo dentro de la cueva, Gran Ser se dio cuenta que la tigresa no podía moverse, ya que acababa de dar a luz a los cachorros y si dejaba solos a sus crías, éstas podían ser devoradas por otros animales. Atormentada por el hambre, la tigresa estaba tendida en el suelo y apenas podía levantar la cabeza.

 


Piedra tallada con una escena de Buda ofreciendo
su cuerpo, marzo 2012, Sébastien

El príncipe Gran Ser se conmovió, incluso surgieron lágrimas de sus ojos, y la compasión surgió de lo más profundo de su corazón. Entonces preguntó a sus hermanos, “¿Que tipo de comida podría salvar a la tigresa y a sus cachorros?”. Y ellos respondieron, “Este tipo de tigre indio come carne fresca y la sangre todavía caliente de otro animal recién muerto, así pues si quieres ayudarle a ella y a sus cachorros deberás encontrarle carne y sangre fresca”.


Stupa en Namo Buddha,
marzo 2012, Sébastien

Gran Ser pensó durante un momento: “Es cierto que para salvar a la tigresa y a sus cachorros son necesarias la carne y la sangre fresca. Pero entonces tendría que matar a otro ser vivo, y eso significaría a un animal para salvar a otro. ¿Qué podría hacer yo?”. El joven príncipe pensó y pensó, pero no encontraba ninguna solución. Entonces su hermano le dijo, “Hemos venido aquí para pasar un buen rato, y no tiene sentido preocuparse por esa tigresa y sus cachorros. Ya es hora de regresar al campamento”. Y los tres se fueron.

Mientras Gran Ser seguía a sus hermanos de vuelta al campamento pensó, “Durante mucho tiempo me he ido reencarnando desperdiciando innumerables vidas, y a veces debido al excesivo deseo y otras veces debido a la ignorancia. Pocas veces he conocido una oportunidad de acumular méritos. ¿Qué utilidad tiene realmente este cuerpo si no fuera por el Dharma?”. Y por fin se decidió, “Esta vez tengo que ser realmente generoso”.

Antes de ir más lejos con sus hermanos, Gran Ser les dijo, “Hermanos, seguir vosotros delante. Tengo algo que cuidar y ya os cogeré pronto”.

El joven príncipe regresó y se dirigió hacia la cueva del tigre con paso rápido. Cuando llegó encontró a la tigresa agotada y exhausta, e incluso no tenía ni fuerzas para abrir la boca. Gran Ser extendió su mano y tocó la cara de la tigresa, pero ella estaba tan debilitada que ni siguiera pudo mostrar sus colmillos.

Así pues el príncipe cogió una astilla de un árbol cercano y se cortó la carne para extraer sangre fresca que la tigresa pudiera lamer. Poco tiempo después, la tigresa abrió sus fauces y se levantó. Con un rugido, se abalanzó sobre el príncipe y le devoró.

Los dos hermanos esperaron durante mucho tiempo, pero el joven príncipe no volvía al campamento, así pues decidieron ir a buscarlo. Al reflexionar sobre todo lo acontecido y sobre todo lo dicho, no tenían ninguna duda que había regresado a la guarida de la tigresa. Cuando llegaron a la cueva y miraron dentro, ya no quedaba nada de su hermano y sólo pudieron ver su sangre, huesos, uñas y pedazos de su ropa. La tigresa se lo había comido. Al ver esto Gran Sonido y Gran Deidad perdieron el conocimiento inmediatamente, y no lo recobraron hasta que pasó mucho tiempo. Cuando despertaron recogieron los pedazos de ropa de su hermano, y sollozando y con profunda tristeza partieron hacia el campamento donde estaban sus padres.

Durante el tiempo que ocurrían estos hechos, la reina estaba tomando una siesta y en un sueño vio a tres palomas volando alto en el cielo. A medida que revoloteaban alrededor, un halcón golpeó a las palomas y se llevó a la más pequeña. La reina se despertó aterrada e inmediatamente contó su sueño al rey. El rey respondió, “Al escuchar tu historia, llego a la conclusión de que las tres palomas son nuestros tres hijos. Nuestro hijo más joven ha sido llevado por el halcón, nuestro hijo más querido. Estoy seguro que algo terrible ha ocurrido”. Así  pues y diciendo esto, el rey envió inmediatamente siervos en busca de su hijo.


Monasterio Thrangu Tashi Yangtse, Namo Buddha en Nepal, abril 2010, Brian Dell

Pronto los dos príncipes llegaron y el rey les preguntó, “¿Conocéis algo malo que haya podido ocurrirle a mi hijo pequeño? ¿Tenéis vosotros alguna noticia sobre él?” Ahogados por la tristeza, los dos hermanos eran incapaces de hablar e incluso se quedaron sin poder respirar durante un tiempo. Finalmente, suspiraron profundamente y le contaron a sus padres que la tigresa había comido al Gran Ser. Al escuchar esta terrible noticia, la reina se desmanó inmediatamente. El rey también se quedó abrumado con una inmensa tristeza y dolor. Después de un momento y con profundos suspiros, los dos príncipes, el rey y la reina se dirigieron al lugar donde el joven príncipe había muerto. Cuando llegaron a la entrada de la cueva encontraron los huesos de su hijo y riachuelos de sangre que había dejado la tigresa. Al ver la escena la reina retrocedió y rompió en sollozos, no recuperándose durante un largo tiempo.

Mientras tanto, el príncipe renació como Gran Valor (Nyingtob Chenpo). Él se preguntó a sí mismo, “¿Qué tengo que hacer para volver a nacer aquí, en el reino celestial de Tushita?”. A través de su ojo divino, Gran Valor examinó a fondo los cinco reinos, y vio que alrededor de los fragmentos de huesos que había dejado estaban sus padres y sus dos hermanos. Les vio hundidos en lamentaciones y sintiéndose completamente miserables. Y pensó, “Mis padres están experimentando tal infelicidad que podrían estar poniendo en peligro sus propias vidas. Para aliviar su ánimo iré a hablar con ellos”. Entonces descendió del espacio hacia el cielo y pronunció unas palabras de aliento para consolar a sus padres: “Soy el príncipe Gran Ser. Después de dar mi cuerpo en generosidad a la tigresa hambrienta volví a renacer en el reino celestial de Tushita”. Con lágrimas en los ojos, el rey y la reina dijeron, “Hijo, tú que eres como nuestro corazón, el ofrecimiento de tu cuerpo a la tigresa ha sido ciertamente digno de alabanza. Pero nadie podría hacer idea de nuestro sufrimiento por no tenerte con nosotros” Gran Valor contestó, “Por favour, no seas infeliz. El final del nacimiento es la desintegración, y el final de la recolección es la separación. Nadie puede trascender a esto, ya que es la naturaleza de las cosas. Es lo mismo para todos. Si se realizan malas acciones, caerás en los reinos infernales. Si realizas acciones virtuosas, renacerás en reinos superiores. Por lo tanto, diligentemente se debe perseguir la virtud. Hacer plegarias, y en la siguiente vida definitivamente nos reuniremos en el reino celestial”. Después de unas cuantas palabras más, Gran Valor desapareció. El rey y la reina perdieron su tristeza y se comprometieron a llevar una vida virtuosa. Además ellos hicieron un pequeño ataúd cubierto con siete tipos de joyas en donde pusieron los huesos de su hijo, y construyeron una estupa sobre el lugar donde fue enterrado.

 

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Exterior del templo Thrangu Tashi Yangtse, este templo se abrió en diciembre de 2008, Brian Dell


Namo Buddha, marzo 2003, Mike Messer

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